viernes, 30 de mayo de 2014

Post 5: Viaje a California 2014


(Miercoles 28 de mayo, 2.26am)

Hace tiempo que no escribo una entrada en el blog. Hace tiempo que no posteo en mi diario de viaje.  Probablemente, las razones serán múltiples. Pero quiero sobre relevar una en específico: si bien como muchos saben, elegí comunicarme abiertamente desde mis zonas sensibles con ustedes, y aunque muchas veces parezco una usina inmutable de exhibición emocional, también tengo mis velos, mis defensas, mis evitaciones a la hora de lanzarme al detalle lírico de mis experiencias y sensaciones. Me cuesta sentarme y revisarme frente a la computadora. Pero esta noche siento que es momento de volver a compartir con ustedes un relato íntimo, ese al que nos acostumbramos desde hale largo tiempo ya.
Me mudé. Me tuve que ir de mi casita feliz. Esa que me albergó durante 4 meses este año y 2 meses el año pasado. Esa en la que aquella vez re-descubrí algo de mi independencia y en la que esta vez me volví a poner de pie, con mucha ayuda, con mucho esfuerzo, luego de una gran y preocupante caída en Buenos Aires. La dejé. Si no fuera por lo extremadamente controladora (hasta de mis ensueños) que soy y por el olor extraño que hay en este nuevo lugar, podría, si cierro los ojos, sentir que aún estoy allí, sentada en el sillón beige, con la compu en la mesita, la tele de fondo y la ventana con el cielo hermoso, a mi izquierda. Llamativamente una de las cosas que más extraño es mi habitación, mis sábanas verdes, la lámpara rara que colgaba del techo y se había convertido en un punto de referencia geométrico y estético. Y también la cocina. La extraño horriblemente. La cama y la cocina y también el baño. Claro, es comprensible. Fueron posiblemente mis tres grandes conquistas. Los lugares más temidos, y más voluntariosa y dolorosamente trabajados. Jamás olvidaré a mi casita feliz. El emblema de mi trabajo terapéutico en USA. Allí volví a cocinar, a dormir con cierto nivel de confort, logré usar un mismo pijama por varios meses seguidos, la misma almohada y las mismas sábanas. Logré también volver a disfrutar de maquillarme, arreglarme el pelo, ponerme “linda”, aunque debo reconocer que ese área todavía me cuesta un poco bastante.
Retrasé la mudanza al rededor de un mes. Estaba aterrada, anticipando decenas de escenas terroríficas por venir. Ninguna opción me convencía, y estaba cansada, muy cansada del esfuerzo de combatir mis intrusiones una y otra vez. La soledad no ayuda, o sí, o no, o sí, o no.
A veces sólo quiero a mi mamá y a mi papá acariciándome el pelo y diciéndome que va a estar todo bien. Los extraño tanto…Sin embargo sólo me tengo a mí, hecha un bollito o practicando la fuerza de mis piernas hacia adelante; desconsolada contra un rincón o cagada de risa en algún giro admitido de alegría. 
El nuevo departamento es lindo. Queda en Woodland Hills, un barrio muy diferente a Los Feliz. Tal y como mi terapeuta anticipó, ninguna de las opciones iba a ser fácil. Y en cada una de ellas iba a tener que atravesar mucha ansiedad, muchísimo dolor psíquico. Lo que aún no comprendo bien es por qué, habiendo tenido la opción de ir a vivir con gente, decidí una vez más estar sola. Cuando tengo miedos irracionales, siempre es más suave atravesarlos si alguien más está “expuesto” a las razones de mi temor. De esa forma, compartiéndolos , puedo desmantelar parcialmente la fantasía autoreferente del TOC. Esa que indica que yo soy la única destinataria de los efectos tremebundos de aquello a lo que te le tengo miedo: si hay otro, hay más sujetos de prueba. Las razones conscientes de la elección de vivir sola son del orden del TOC: no querer compartir el lavarropas y secarropas, (viernes 30 de mayo 1.23 am) temer encontrar dificultades a la hora de adaptarme a los hábitos de las demás personas y según en cada caso, una lista particular de diferentes pensamientos intrusivos elaborados a partir de la historia conocida de cada una de las casas. Da la impresión de que un departamento alquilado tiene menos texto visible. Pero estimo que hay más razones, menos colgadas en el ropero hiper-presente del TOC. Otras, que tienen que ver con ciertos silencios que se me hicieron cuna, cierto riesgo al que me lanzo en la búsqueda de un espacio en el que construir identidad y fundamentalmente una eficaz puesta en marcha de alertas respecto a no caer en la tentación de convertir vínculos preciados en máquinas de “reassurance” (quien no sepa de qué hablo, por favor sírvase Googlear “OCD + reassurance” o bien “TOC + reaseguro”). Mis mayores mejorías las he logrado en el fragor de la necesidad de arreglármelas con mis propios recursos. Por lo tanto, no me puedo dar el lujo de perder ese desierto, esa aridez como escenario. Aún y con todas estas razones, me asombra haber elegido la soledad, una vez más. Porque lo cierto es que me duele. Me lastima estar tan sola. Por supuesto hay amigos, gente linda a la que veo de vez en cuando. Pero creo que se sobre-entiende mi dolor de sola. Nunca, jamás antes, pasé tanto tiempo conmigo misma. Cuando se volvio necesario dejar la casita de Los Feliz, tuve la opción de volver a Buenos Aires. Sin embargo, entendí que tenía que quedarme hasta la conferencia en la que voy a participar. Decidí que era muy importante llegar hasta el final de esta gran experiencia, aunque significara redoblar la apuesta y el dolor. Podía volver, y volver a volver, y si bien era tentador recordé que el último Buenos Aires que habité me vio caer estrepitosamente. Y no quise tomar ese riesgo. Entre en el 3er tercio de este viaje, lo cual admite algún posible balance hasta aquí: este viaje ha significado un enorme esfuerzo económico de parte mía y de mi familia; este viaje nos ha revolucionado emocionalmente; este viaje me ha transformado y me ha hecho crecer como ser humano; me ha enseñado mucho, sobre todo en términos de amor, vínculos, agradecimiento, reconocimiento; me ha enseñado que era cierto aquello de que lo más importante en la vida son los afectos; aprendí a mirar mucho más detenidamente el color de los aspectos más desagradables de mi personalidad, para tratar de suavizarlos; este viaje me enseñó a callar, a esperar un poco, a medir un poquito mejor el tiempo y el dinero (aunque estas dos cuestiones aún son un poco misteriosas para mí), me enseño a poner a prueba mi capacidad de cuidar, no desde la obsesión y las fantasias de culpa, sino desde el amor y por último me puso en la cara la evidencia de todo lo que aún tengo que aprender.
Si pudiera pedirle algo más a este viaje, sería lucidez para encontrar el modo de que me vean quienes me tienen que ver cantar. El show del miércoles pasado me regaló una gran lección de vida que, oportunamente, les contaré. 
Quiero agradecerle a cada uno de quienes regularmente me escribe, me pregunta, me sostiene, me apoya, se pone feliz con mis pequeños logros, se angustia con mis dificultades, porque también aprendí que la distancia importa tres carajos cuando el amor es real. Gracias por ese amor. 

Los quiero mucho 


Ro

miércoles, 26 de marzo de 2014

Post 4: Viaje a California 2014





Post 4

Hola a todos:

Aquí nuevamente para ponerlos al tanto de algunas sensaciones, experiencias y pequeñas anécdotas. A partir del post pasado, me propuse escribir un post por semana, y publicarlo cada miércoles durante este viaje a L.A. Durante los últimos días estuve retornando a cierta exacerbación de mis compulsiones, lo cual me asusta y fundamentalmente me frustra mucho. Me da terror volver para atrás, ya que este tratamiento, además de ser muy costoso económicamente, es una apuesta fuerte en términos de mi voluntad, determinación y esperanza de construir una vida más ajustada a mis proyectos, deseos y expectativas. Hoy lo hablé en terapia de grupo, pero llamativamente (o no) ahora me siento un poco mejor. No es que necesariamente hayan aflojado sustancialmente las compulsiones, pero la sensación general es de mayor bienestar. Se me ocurre que las sesiones grupales tienen un plus en su dinámica que me energiza y me conecta con mis compañeros desde una empatía desesperada que es difícil de explicar. Algo de eso estabiliza y equilibra mi emocionalidad, al menos circunstancialmente. Esta es una idea, pura especulación, pero me parece verosímil.
Es evidente que estoy funcionando mejor en el “afuera” que en “adentro”. Y esto no es metáfora: estar en casa me estresa, las compulsiones son muchas, y claramente me aburro. Por el contrario, cuando salgo a la calle, funciono mejor. Me da la sensación de que justamente porque allí afuera los códigos son otros, el tiempo tiene otro pulso y la motricidad de la gente exige una velocidad que tengo que empatar, no soy capaz de tanta compulsión. En la calle hay que responder. Y esto me hace muy bien. Suena irónico, porque las fantasías de peligro, en lo intelectual del texto del TOC, podría ser muchas más afuera que adentro, sin embargo, las salidas (a pesar de cierta angustia anticipatoria) son más placenteras y exitosas que las estadías largas dentro de casa. Que no se malinterprete: amo esta casa. Simplemente se ha invertido la tendencia que al principio hacía que me sintiera más segura y a gusto dentro y más ansiosa y vulnerable fuera. La Americana at brand merece un capítulo especial. No se si será su fuente de aguas a veces danzantes, la estatua dorada cuyos brazos abiertos alguna vez imité en metafórica indicación de mi mejoría, la belleza cuasi europea de sus callecitas, el tranvía antiguo que pasea sus vericuetos, la música funcional, todos esos negocios tentadores, los barcitos y restaurantes o una combinación exquisita de todo eso. Pero haber conquistado ese paseo en soledad, me pone muy contenta. Una nota curiosa (o no tanto) que me gustaría compartir con ustedes: descubrí el Hazelnut Coffeemate. Ustedes se preguntarán: qué tiene que ver eso con esto? Y yo les contestaré: es tan pero tan rico, que le pelea el puesto a las intrusiones con una dignidad sorprendente. Por ejemplo, si estoy por tomar un sorbo de café, la angustia y ansiedad por las intrusiones respecto a la taza, el café, o lo que sea, condicionan la experiencia de tomar el café, le quitan un alto porcentaje de comfort. Pero cuando me llevo ese café con ese líquido aromático y gustoso a la boca, las intrusiones se atolondran, se paralizan un poco. Es que es tan increíblemente delicioso…Entonces una vez más me asombro ante el poder terapéutico del placer. Vaya a saber qué procesos químicos acontecen para que un sorbo de algo rico le pegue un cachetazo contundente a mis miedos irracionales: habrá que investigarlo un poco más en profundidad. Sepan que los extraño y que como siempre, les agradezco la compañía, la empatía, y el cariño con que me leen, me oyen, me miran y me sostienen.

Los quiero mucho,


Ro

miércoles, 19 de marzo de 2014

Post 3: Viaje a California 2014


Post 3:

Desde mi Casita Feliz les escribo nuevamente, después de algún tiempo de mi último post. Y si bien es cierto que ha pasado un tiempo, les he ido contando muchas de mis pequeñas-grandes aventuras a través de Facebook y Twitter.
Mi tratamiento intensivo con Kevin continúa siendo mi prioridad y el foco de la mayor parte de mi atención. El trabajo que este terapeuta está haciendo conmigo es de una entrega y compromiso que merecen ser destacados. Con paciencia pero también con determinación, mucha lucidez y hasta una cuota de dulzura, el joven Kevin me acompaña y apuntala, me estimula y me contiene. Algunas de las claves de este tratamiento, al menos en mi experiencia, han sido y continúan siendo mantener el foco, tomar riesgos, “abrazar” el discomfort y repetir, repetir, repetir las exposiciones. Podría extender la lista y contarles más. Aprendí mucho. Pero entiendo que gran parte de estas lecciones corresponden al tesoro de mis recursos y no quiero aburrirlos. Este viaje, con todo lo que incluye, está siendo probablemente una de las experiencias (o procesos) más transformadoras de mi vida, al menos hasta este momento. Pero como debo respetar mi sostenida inclinación al derrotismo, no puedo calzarme las guirnaldas, tirar papel picado y soltar los globos. Prefiero mantener cierto nivel de reserva, y seguir trabajando codo a codo con Kevin, enfrentando mis miedos, aprendiendo a salir al mundo, y comenzando tímidamente el apasionante proceso de conocerme.
Quiero recordarles que ustedes también son parte de esta travesía, del mismo modo que lo fueron el año pasado, en el antes, el durante y el después del viaje anterior a California.
Quiero que sepan cuán valioso es para mí contar con ustedes como interlocutores y compañeros de viaje. Espero estar, de alguna manera, yo también acompañándolos en sus aventuras y travesías. No me gusta dar indicaciones o consejos generalizados, pero entonces quiero hacerles saber cuán hermosa es la sensación que experimento cada vez que estoy del otro lado del puente de mis pánicos. Ahí, luego de haber mirado al miedo cara a cara, luego de elegir tomar el riesgo, aflojar mis arneses injustificados y abrazar un poquito cierta sensación de libertad. 

Los quiero mucho





sábado, 15 de marzo de 2014

Soñé (prosa poética)







De mi voz: hace unos días soñé uno de esos sueños que da gusto recordar; uno de esos a los que dan ganas de robarles lo que fuere que reste de ellos en la vigilia: una palabra, una imagen, una sensación, para intentar que nos acompañe lo más posible durante el día. Con esa sensación y ese texto robados a mi propio yo onírico, escribí este relato.

Soñé

Prólogo:
Soñé. Así comienza el relato que no es poco decir. 
Te soñé. Aún en la vigilia puedo saber que así fue.
“Yo te sueño”. Eso dijiste mientras te soñaba. Luego te cubriste la cara con una almohada. 
“Yo también te sueño”. Eso te dije para que pierdas la vergüenza y accedas -a cambio- al libre albedrío de algún impulso que te traiga otra vez a la luna llena que dejamos pendiendo. Esta vez, con la esperanza de la contundencia de una confesión. Si me soñás, seguramente deberá caer algo de la comedia de sogas tirantes y desentendidas que montaste aquella vez.

En mis sueños puedo, si quiero, decirte cuánto te sueño y puedo también saberte soñándome pudoroso. Y el coletazo sensible que deja el sueño me ofrece el juego de la señal potencial y la pregunta ilusionada: me habrás soñado? 

Se que sólo me lo dirás desvestido. Si no, jamás lo sabré. Y si haberme soñado equivale a haberme deseado, entonces quizás, me lo dirás desnudo.


En mis sueños puedo, si quiero, conversar con tu versión más honesta, imaginar develados tus fueros íntimos, atender las mieles reveladas del niño añejo que cabe en tus artes, por más escuetas que sean; puedo resolver misterios e inventar dignidades con un par de gestos tuyos. Puedo hacer cierto tu voluntarioso intento de verosimilitud, y dotar tu carne de los motivos más hondos de todos los personajes que jugaste a actuar: y que tu entrecejo de veras bregue por la justicia, tu pelo confundido por el viento llegue a tiempo a decir cuánto lo siente y tus manos temblorosas alcancen el suave roce de mis dedos (la piel de tu doncella) para clavar tu rodilla en la tierra y pedirme que te ame hasta los huesos.

Porque sé que hay algo de vos en la ropa del títere de principe que te compraron, justo en el punto en que las cuerdas de la 335 con que le moves los puños se te vuelven música y lo dejás desnudo e inerte, pero vivo. 

Entonces puedo, si quiero, en mis sueños, secarte la noche de jugos rancios, buscar todos mis relatos en los bordes húmedos de tus llagas, hacer que tus pies se atrevan y verte dar el salto con las pupilas temblando: si quiero puedo oírte revelar tu música por fin, alentado por un brío tibio de mi voz en tu cuello; puedo ser la espectadora activa del momento exacto en que la lágrima precisa te deshilvana las copiosas y pequeñas mentiras y te hunde la carne en la urgencia de un puñado ineludible de acordes tuyos. Y cambias la piel, de cera muteada que cae a dérmica canción de tu autoría.

En mi sueño sabés de mí todo lo que jamás te atreviste a investigar. En el caldo atmosférico tibio de mi imaginación vívida, se revela a las claras si fue miedo o haraganería. Porque en mi sueño no me empecino; muevo una diacronía ágil de imágenes que ahora sólo sé traducir en palabras lentas. Puedo verte una cara antigua, se te suelta la mueca, se te alivia la panza de arneses desatados. En el sueño resulta que tu nueva piel música solo sabe hacer el amor conmigo. Tu intensidad genuina no puede más refugio que mi alianza con ella. Nuestras vanidades cobran sentido en la volcánica contundencia creativa del dolor, lo bello se nos vuelve más arte que espejo, a los dos, sin excepción. En mi sueño se nos mezclan las letras para dar muerte al discurso repetido de nuestras agendas pretendidas y dar a luz el mensaje de nuestra historia.

Y nos soñamos. Con la cara pegada a una almohada, por vergüenza, o por soledad.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Post 2: Viaje a California 2014

Post 2:

Han pasado varios días desde mi primer post de este viaje. Gran parte de mi energía estuvo (y continúa estando) dedicada a mi tratamiento terapéutico con Kevin. Nos vemos varias veces a la semana y lo que al principio se parecía demasiado a un abordaje fundamentalmente cognitivo, ahora viró hacia la tarea conductual. Las exposiciones -cada vez más abundantes y complejas para mí- transcurren en casa, en la calle, en el supermercado y hasta en el shopping. Además debo completar tareas en el tiempo entre sesiones (lo cual en general me resulta muy difícil). Entiendo que el objetivo es aprender a acercarme a las cosas que me gustan en lugar de quedar detenida en la evitación de las que me aterran. Parece lógico pero suena casi como un enunciado existencial.
El TOC sigue amedrentándome. Soy asediada por pensamientos terroríficos y alarmantes, casi todo lo que compone el mundo exterior me aterra y debo llevar a cabo una enorme cantidad de compulsiones para no sentir que colapso. Sin embargo, como ya se sabe, es sólo cuando tomo el riesgo de no llevarlas a cabo, que finalmente sobreviene el alivio y la ilusión de bienestar.
Estoy trabajando duro, extrañando mucho estar en Buenos Aires, pero segura de estar haciendo lo correcto. Soy muy afortunada por tener a Vecc cerca mío, acompañándome con el cuerpo en tantas situaciones cotidianas; a Lia, apuntalándome y amaternando mi estadía en L.A., a mis padres que, con toda su preocupación y sus ganas de verme mejor, apoyan y alientan este tratamiento y me sostienen permanentemente, a mis amigos, y a mis fans y amigos que, a través de Facebook, comparten conmigo tantas cosas importantes. También soy afortunada por la soledad, porque me permite los silencios necesarios para intentar encontrarme con mi espejo.

A veces me aburro y me dan ganas de hacer música, de crear, hasta incluso de trabajar. Pero las cuestiones de la vida adulta todavía son un misterio cifrado con un código que desconozco.
Por ahora, seguiré enfocada en el tratamiento como prioridad. Gracias por acompañarme.

Los quiero mucho,

Ro

lunes, 10 de febrero de 2014

Post 1: Viaje a California 2014

Post 1:

Se que debiera haber escrito el primer capítulo de este diario un poco antes. Una serie de pequeñas circunstancias hicieron que sea ahora el tiempo de compartir con ustedes a través de un montón de letras cómo me está yendo en esta experiencia en Los Angeles. Este segundo viaje no se parece demasiado al primero, al de 2013. El viaje anterior se erigió sobre un suelo de sueños y expectativas fundamentalmente respecto a mi carrera. Esta nueva aventura es una experiencia de rehabilitación. Así como leen, ni más ni menos…Si bien tanto mi familia como yo pudimos anticipar algo de lo tremendamente difícil y lo contundentemente necesario de este movimiento, creo que ni ellos ni yo sabíamos la dimensión de esa dificultad y de esa necesidad. Todo esto es muy duro para mí: la soledad, el desesperante confinamiento, la falta de independencia que me arroja de inmediato a mucha carencia. Las primeras dos semanas desde que llegué a esta ciudad el 23 de enero de 2014 fueron decididamente desesperantes. Confirmé con certeza que uno de mis rituales más recurrentes es la evitación. Tengo miedos irracionales sobre demasiadas cosas, lo cual compromete mi capacidad para procurarme las cosas básicas, incluyendo la comida y el abrigo, por sólo nombrar dos de las más visiblemente incapacitantes. Siento dolor en los intentos y también en las frustraciones. Ansiedad y angustia cada vez que rasguño la pared para no rendirme, y un caudal de amargura igual de intenso cuando me caigo y me quedo inmóvil lamentando mi falta de recursos.
He pasado muchas horas sola en esta casa, la casita feliz, llorando y debatiendo entre el hambre y el miedo, el aburrimiento y la pregunta: “qué estoy haciendo sola en este lugar?”. He dicho hasta el cansancio que quiero volver a casa, que no puedo más, que este viaje fue un error y una locura. Mis padres aún siguen alertas, esperando mi señal, la que tenga como texto el “vénganme a buscar” que aseguran será suficiente para que alguno de ellos se tome un avión a mi rescate. Lia, siempre al pie del cañón, me apuntala por teléfono decidida a defender con uñas y dientes su teoría de que yo no soy un TOC con persona, sino una persona con TOC y se rehusa a conversar con alguien más que no sea esa persona que -considera- tiene muchas otras cosas que decir además del relato bizarro y reiterativo de su trastorno. Ana insiste en que me vaya a vivir cerquita de ella a Marina del Rey para cuidarme.
Y, por supuesto está Vecc, que a pesar del stress de sus dos trabajos y del terror de sentirse atrapada por la responsabilidad de tener que ocuparse de mí, sigue siendo una compañera fundamental de esta aventura.
Quiero volver a casa, de todos modos, no me atrevo a tirar tanto esfuerzo y tanta ilusión por la borda. No me atrevo al fracaso contundente. Con Kevin, mi nuevo terapeuta, continuamos evaluando si es posible que continúe sola, si es necesario que alguien venga a acompañarme (mi viejo se ofreció varias veces), o si lo mejor es volverme a casa sin completar el tratamiento. Estos últimos 3 días, a partir de haber tenido una sesión muy intensa con Kevin el viernes pasado, fueron algo mejores.
Además de las sesiones individuales, estoy yendo a un grupo de terapia dirigido por el mismo Kevin y compuesto por gente que al igual que yo padece TOC. La experiencia grupal es maravillosa. Escucho en varios fragmentos de sus afectados discursos algunas de mis propias dificultades y afectaciones. Veo en algunos de esos ojos, esa mirada de confusión y agotamiento que tantas veces me devuelve el espejo. Percibo en la tensión y discomfort de algunos de esos cuerpos, esa puja entre la locura y el sentido común que ya casi es una marca cotidiana en mis propios gestos. 
Hago mi tarea: lleno planillas con ejercicios que me indica el terapeuta. Intento, intento, intento, resisto, resisto, resisto, sigo adelante, porque no importa cuán potente sea mi matrimonio con el TOC, necesito estar mejor, recuperarme, rehabilitarme, atreverme (aunque me aterre) a entrar en el juego de la vida adulta y el mundo real. Necesito volver a cantar, volver a componer, tomar riesgos, tolerar la incertidumbre (que parece ser) inherente al movimiento, volver a abrazar, a besar, a sonreír. Tengo tanto miedo…
Quiero agradecerles por la paciencia, por respetar mi silencio de estos días pasados y también por acompañarme con pequeños y sutiles gestos de amor para que no me olvide que están ahí, cerquita mío. No me olvido que están ahí. No se olviden que estoy aquí y que los quiero mucho.


Ro

sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Y qué si? (prosa poética)

De mi voz: Tercer texto de la trilogía que incluye los relatos "Quiero, no quiero" y "Encantada" publicados en este blog.

¿Y qué si?

¿Y qué si quiero escribirte, aún sabiendo que no vas a contestar?
¿Y qué si pospongo los efectos devastadores de tu rechazo, con tal de abrirle paso a la fuente deliciosa de las palabras que quiero decirte? Las que tengo amordazadas, las que se aburren en el confinamiento a las órdenes de mi orgullo.
¿Y qué si me encomiendo a la torpe libertad de hacerte saber lo que siento? Pero sin demasiado estruendo, si en verdad lo que siento no es tan terrible, ni tan enorme. Si a decir verdad, tampoco es tan importante que sientas lo mismo. Porque tampoco es tan importante, ni tan intenso, ni tan profundo lo que siento. Es que tengo tantas ganas de probar la ruptura del filtro, como una loca descalza corriendo en la calle, sin más rumbo que el que indica la tibieza de los pies raspando el asfalto. Como una loca con un globo, que juega a perseguirlo aunque sabe que está amarrado a su mano.
Qué ganas de abandonar este relato sobre la libertad, para ir derechito a ponerla en acto.
¿Y qué si te digo que quiero verte porque me gustás? ¿Y qué si te invito a mi casa un rato?
¿Y qué si te digo que sospecho en tu sonrisa un gatillo inexorable al despertar de la mía?
¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que te asustes? ¿Que se desarme ablandado como un pedazo de manteca el poco impulso curioso que tenías hacia mí? ¿Que se inflame un poco más tu narcisismo, si es que eso fuera posible? ¿Que mis palabras acontezcan en la misma línea comprensiva en que tu mente almacena la poca importancia de miles de palabras parecidas, dichas por tantas otras mujeres?
¿Que me borres, bloquees, desestimes o denuncies? ¿Que corras a otro bar escondiéndote detrás de un par de gafas la próxima vez que me veas merendar por el barrio? Si de todos modos no te tengo.
Jugarte a la indiferencia no me sirve. En el territorio de mi fantasía, cualquier estrategia es inútil.
¿Y qué si doy un paso más y te cuento que imagino nuestro fracaso? ¿Y qué si te digo que intuyo muy probable aburrirme con vos, pasado un rato?
Qué ganas de escribirte ya mismo y jugar a que espero...y espero...y abrir cada dos minutos los ojos para saber si estás ahí leyéndome, para jugar a darle espacio a la chance de que me escribas para decirme que tenés unas ganas incontrolables de besarme. ¡Ay, qué bello regodeo!

"¡Hola! Tengo ganas de verte. Me gustás mucho. Me encantaría tenerte cerca y ver qué nos pasa. Es raro este mensaje pero muy lindo estar escribiéndolo. Ojalá te guste la idea. Ojalá te guste. Ojalá quieras. ¡Besote!"

Así, con desparpajo inadmisible, con la versión más impensable de mi derecho de expresión, con desatino pero sin vergüenza, como un descanso a mi deber de diva inalcanzable, como una falta de respeto a todos mis queridos remadores. Así no más, como un escándalo sin maquillaje en la foto de perfil, como una burla a los velos de un vestido de gala, con cuestionable ingenuidad y decidida elementalidad.

¿Y qué si sucede lo inverosímil? ¿Y qué si mi torpeza encaprichada tiene punzones eficientes?  ¿Y qué si el paso tosco era de espuma en la otra punta? Y qué si al final del hilo del globo de la loca descalza en la calle estás vos, enamorándote de mí?